Cuando parar es avanzar
- Iraya Hernández
- hace 5 días
- 2 Min. de lectura


No, gandula no. Mira que me molestaba (y me molesta) esa palabra. Lleva dentro de sí misma un no sé qué que desestabiliza por muy “a broma” que te la quieras tomar.
Siempre digo que en mi casa se hubiera aceptado mejor que nos dedicáramos al “terrorismo” a que fuéramos vagos o vagas (nótese la hipérbole). Y fíjate que en este adjetivo noto yo otra cosita. Vamos a decir que hay más aceptación.
Realmente lo que quiero transmitir es que podría hacer más y estoy fervientemente intentando no hacerlo
Pero no quiero ir de lingüista… realmente lo que quiero transmitir es que podría hacer más y estoy fervientemente intentando no hacerlo. Más trabajo, más productividad, más formación, más ingresos… ésta es mi pequeña gran revolución. Voy a intentar bajarme del tren (bala) del síndrome de la vida ocupada.
No estoy diciendo que no al esfuerzo, al estrés del bueno (ése que me activa y me hace funcionar con foco); a iniciar proyectos ilusionantes, aunque sean costosos en tiempo y energía; a preparar mis sesiones con conciencia y mis ponencias con creatividad. Pero por favor, el verbo “aprovechar” y la palabra “productividad” cada vez suena peor en mi cabeza.
Es fundamental descubrir momentos de calma donde sea que podamos encontrarlos
Vivimos en un mundo donde cada vez es más difícil detenerse para recobrar el aliento. Así que es fundamental descubrir momentos de calma donde sea que podamos encontrarlos. Podemos utilizar estos destellos de tranquilidad para reflexionar, observar nuestro alrededor y recargar energías a un nivel más profundo.
Así que esta semana, cuando esperes el ascensor, en una rotonda, o a un amigo o compañero de trabajo, intenta saborear esos bocados de respiro. En lugar de moverte con impaciencia mientras tu mente se pone a correr, dale la bienvenida a esa pausa inesperada. Recíbela como un regalo y bebe hasta la última gota.